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Publicado por Tomás Gómez Bueno jueves, 7 de octubre de 2010 0 comentarios


"El combate al consumo y tráfico de drogas es un asunto de principios"

Escrito por: Tomás Gómez Bueno

El viernes primero de enero de este año 2010 que acabamos de estrenar, el pastor Ezequiel
Molina planteó en la tradicional concentración del ministerio radial “La Batalla de la Fe” la legalización del tráfico y consumo de las drogas con la finalidad, de acuerdo a lo expresado por él, de evitar los crímenes que generan estas perversas actividades.

Creo que la propuesta del pastor Molina puede ser sincera y bien intencionada, pero de cara a la realidad ha resultado desafortunada e inoportuna.

Sabemos que el costo humano, financiero y social que implica el combate a las drogas es altísimo. Pero, ¿qué nos garantiza que su tolerancia o legalización va a disminuir ese costo? Nada. Las drogas son un fenómeno de alcance multisectorial de amplias dimensiones al que no se puede responder con soluciones simplistas.

Ezequiel Molina planteó que las drogas, como el tabaco y el alcohol, deberían ser legalizadas, con el manifiesto deseo de deprimir su valor de mercado y desestimular los ingresos que genera el negocio.

La legalización del uso de las drogas no va a disminuir el daño que le ocasionan a millones de personas en todo el mundo, ni los múltiples trastornos sociales que genera en todos los niveles.
El consumo de alcohol y de tabaco, por los daños que le ocasiona a la salud y a la sociedad, no es una práctica aceptable en la comunidad de creyentes evangélicos. Incluso, la promoción pública para su consumo se hace con advertencia expresa de que ocasiona daños y es perjudicial para la salud.

Como la gran mayoría de la población evangélica, y de forma concreta, en este crucial momento que vive la nación dominicana, yo esperaba un mensaje desafiante y motivador, una arenga para levantar los ánimos y reemprender con más firmeza y arrojo la lucha contra las adversidades cotidianas que nos azotan; sin embargo, fue todo lo contrario, percibo este sermón como claudicante, generador de incertidumbre y confusión. Es como si se estuviera tirando la toalla.

Ya Milton Friedman, desde una perspectiva economicista, pidió también que se legalizara el consumo de drogas. Se trataba de una fórmula para desestimular el negocio ilícito. Friedman no tomó en cuenta que la dimensión del problema está más allá de lo económico.


El pastor Molina nos ha planteado lo mismo desde la perspectiva de la fe, desde el mismo fundamento de la esperanza. Por su procedencia, escenario y momento esta propuesta pudiera tener pretensión pastoral, y en este sentido pudiera ser asumida por las iglesias evangélicas. Imaginémonos que esta propuesta se formalice, y que les hagamos un llamado a las iglesias para que oren por la legalización de las drogas.

Es claro que la propuesta de Ezequiel Molina no puede ser considerada como una propuesta pastoral, lo lamentable es que se haya hecho desde el púlpito y desde el espacio evangélico que mayor audiencia y repercusión tiene en el país.

Esta propuesta no surge del sentir de la comunidad evangélica, ni se corresponde con su teología y misión. Por tanto, el tráfico y consumo drogas debe, antes que nada, ser prevenido, pero por los graves daños que ocasiona a todos los niveles, debe ser firmemente combatido y debe continuar penalizado.

El combate al consumo y tráfico de drogas es un asunto de principios, es asunto de moral y de fe porque tiene que ver con la integridad de la vida en toda su dimensión; el tal virtud, el compromiso de enfrentar este flagelo no admite claudicaciones y tiene que mantenerse firme, aunque para esto haya que pagar un alto costo.

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El Señor Jesucristo Viene Pronto

Publicado por Tomás Gómez Bueno jueves, 28 de enero de 2010 0 comentarios


Escrito por: Tomás Gómez Bueno

Tenemos que admitir que el tema del retorno de Cristo a la tierra no tiene mucha vigencia en estos tiempos. Diríamos que no es un tema popular.


El anuncio y las interpretaciones que se han hecho sobre el tema del retorno de Cristo, no siempre han sido la más afortuna. Era usual identificar con el Anticristo a los dictadores imperiales o a cualquier personaje sobresaliente de la política o de la economía, sucintándose un afán contagioso por explicar todos los acontecimientos mundiales desde una perspectiva profética.



Las fechas incumplidas y los movimientos mesiánicos que han llamado a esperar al Señor en lugares específicos, han influido para alejar de los púlpitos el tema del retorno del Señor. Varios líderes de estos movimientos llevaron a sus seguidores al paroxismo y a la locura colectiva degenerando estos llamados en lamentables y escandalosas tragedias que conmovieron al mundo, dejando solo confusión vergüenza.

La guerra fría generó una abundante literatura profética que alimentó los púlpitos de las iglesias latinoamericanas con unos mensajes que enfatizaban más la destrucción, el terror y la muerte que la propuesta de transformación de Dios que apunta a la creación de un mundo nuevo.

Durante muchos años, teólogos y analistas de las profecías bíblicas identificaron al comunismo como el gran antagonista que jugaría el rol siniestro en el cumplimiento de los acontecimientos proféticos que darían por cerrada la historia de la humanidad.

El comunismo tuvo un final repentino y dramático. Cuando los libros proféticos enfatizaban su avasallante antagonismo, la ideología basada en las ideas de Marx se desplomó repentinamente en los países de Europa y con el emblemático derrumbamiento de los muros de Berlín, en noviembre de 1989, la mayoría de libros proféticos perdieron la contraparte sobre la armaban su cuadro y construían las predicciones del futuro.

Esta corriente tenía sus críticos que la consideraban como pesimista y evasiva y, más que enfrentar la realidad con soluciones, se perdía en exclamaciones de destrucción y exterminio. Era un anuncio fatalista y desolador que invitaba a abandonar la responsabilidad social y hasta familiar.

Mientras para muchos religiosos las dos guerras mundiales fueron referentes traumáticos de una destrucción mayor que se acercaba, para un mundo secular, decepcionado de sí mismo, estos acontecimientos marcaron la ruta del desencanto en los proyectos colectivos, el final de los sueños utópicos, la desconfianza en los gobiernos y en las instituciones para garantizar el orden y la paz que se suponía venir de la manos con desarrollo de la razón humana y consecuentemente de las ciencias.

Esta percepción desconfiada y pesimista es lo que lleva al hombre a apoyarse en su individualismo, a dejar de lado y ver como engañosas esas grandes construcciones ideológicas que exigían todos los sacrificios posibles a cambio de logros humanos pocos satisfactorios y en muchos casos decepcionantes. Esta es la brecha por donde llegamos a lo que hoy se conoce como el mundo posmoderno. Un mundo que cree en todo y no cree en nada.

La influencia de un mundo cuya confianza y seguridad está basada en la riqueza, sin dudas, tiene su impacto en la iglesia. Vivimos en un mundo matizado por una economía neoliberal, con una mentalidad posmoderna y globalizada, donde lo que importa es el tener, no el ser.

El momento presente, volátil y fugaz es lo que más importa para la persona hoy. El hombre de nuestra época piensa en el presente de manera placentera y dispendiosa. Dentro de su perspectiva no hay futuro: “Vivamos, gocemos que mañana moriremos”. Esta percepción de que la vida es para gastarla ahora, sin apurarse del mañana, deja al hombre de hoy sin perspectiva histórica, por tanto, no hay mucha preocupación por el porvenir. Vivimos el fin de la historia y cuando llegue el fin llegó.

La iglesia ha sido permeada por los valores de la cultura vigente. Existe una corriente de la iglesia que solo piensa en las ventajas del presente. Se habla mucho de prosperar aquí, de darse la mejor vida aquí. Tenemos una iglesia consumista, una iglesia que demanda y quiere por adelantado todas las promesas de bienestar y prosperidad que están en la Biblia.

Esto luce legítimo y hasta cierto punto irrefutable; sin embargo, cuando se quiere imponer esta tendencia como el fundamento y la razón de ser de la práctica cristiana, el evangelio de Jesucristo sufre en su esencia distorsiones notables.

No es coincidencia que en medio de la pujante teología de la prosperidad es cuando más vigencia ha perdido el mensaje del retorno de Cristo a la tierra. Así como la tendencia secular ya no es aspirar al advenimiento de un mundo mejor a través de las promociones de los grandes proyectos sociales e ideológicos; de la misma manera, gran parte de la iglesia hoy solo piensa en la prosperidad y el bienestar otorgándole un carácter individual e inmediatista, por lo que no es sorprendente que tema del retorno de Cristo tenga poco vigencia en este contexto.

El evangelio hay que vivirlo en la perspectiva histórica que genera la esperanza de la liberación total. Cualquier vivencia que pierda la perspectiva histórica y escatológica de la liberación final resulta engañosa y a la larga frustrante. La iglesia primitiva vivió en la expectante esperanza del retorno de Cristo. Vivió en el Kairos; es decir, en el tiempo que marca el cumplimiento del plan de Dios para nuestra existencia.

La iglesia de hoy está llamada a vivir la realización solidaria, la reparación del mundo con la esperanza de consumar la liberación total del pecado.

El retorno de Cristo es el cierre de la historia. El descenso de cortinas que pone fin a la escena. Nuestra sociedad hoy no vive la historia, mas bien no tiene sentido de continuidad histórica. Vive un presente de burbujas que flota y se desvanece. Por eso una iglesia que vive una fe bíblica es una iglesia contracultural.

La llamada teología de la prosperidad se proyecta desde una predicación que busca conectar con las preferencias de la mayoría, que quiere extenderse sobre la temática y la cultura en boga. Pero además, como si se trata de un producto en oferta, ningún predicador quiere ser antipático. Se le teme al rechazo. Todos los predicadores quieren temas que les aseguren la aceptación y al aplauso.

Por ahí anda la crisis de un tema que como el retorno de Cristo apasionó por siglos las generaciones de cristianos. Sin embargo, ahora que es más inminente que nunca el retorno de Cristo, se quiere ignorar el tema. Esto también es una señal inequívoca de que Cristo viene pronto.

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Acerca del Autor

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Nació en el 1952 en la ciudad de Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Técnico en Comunicación, egresado del Instituto Dominicano de Periodismo. Profesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional Evangélica. Durante cuatro años (2003-2007) se desempeñó como encargado de Impacto Cristiano y Relaciones Eclesiásticas de Visión Mundial, República Dominicana. Por años ha publicado artículos en revistas y periódicos nacionales e internacionales y tiene varios libros publicados. Actualmente es pastor de la Iglesia Cristiana Pentecostal la Luz en Santo Domingo, República Dominicana.